Por Carlos A. Echevesti
Una pregunta nos invade, ¿cuándo volveremos a ver a Alberto Bueres? si fuese posible la recurrencia eterna, lo volveríamos a ver sí. Lo volveríamos a ver en su mismo tiempo, escribiendo las mismas páginas que prohijó. Las mismas líneas, para señalarnos la manera más correcta de interpretar – y vivir – las reglas que “otros” han dictado. las mismas cuartillas, para que la vida - esta vida nuestra- sea más tolerable, porque este fluir es un fluir juntos donde todos estamos - solía decirnos- entrelazados (
).
Y aunque el "eterno retorno" incluye tanto fracasos como logros, son estos los que signaron su vida. por eso nada de ciclos abiertos, ni combinaciones para retornos aproximados o similares, no. Mejor cuadra – si fuera posible – la recurrencia exacta, puntual de los mismos acontecimientos, repetidos en el mismo orden, tal cual fueron, sin ninguna posibilidad de variación; para verlo a Bueres escribiendo las mismas, idénticas páginas.
Supo como abogado que toda narrativa – y la jurídica por sobre todas ellas – estaba atravesada por relaciones de poder. que el conocimiento jurídico no es una mera acumulación histórica de enunciados objetivos o verdades universales (Foucault), sino la resultante de la lucha de intereses que legitiman ciertos discursos como verdaderos, y todo ello quizás, en un eterno devenir.
Basta mencionar sus “Responsabilidades profesionales…”, su “Objeto del negocio jurídico” o los trece volúmenes del “Comentario…” al Código Civil constitutivo de nuestra nacionalidad. Magna obra ésta que dirigió, escribió y en la que hospedó como colaboradores a gentes de gran humanidad - según las palabras de su editor -.
Esta tarea hubiese sido, para cualquier humano, imposible de afrontar prescindiendo del concepto más refinado de la filosofía moral: obrar de modo tal que un horizonte de infinitos retornos no sea obstáculo para volver a vivir toda tu vida de nuevo, sin correr una coma a tu existencia. Por ello, como aquel que ha logrado su propósito o ha encontrado el sentido de las cosas (skt siddha-artha), seguro que, si Alberto Bueres Tuviera que vivir esta vida una y otra vez, nadie apostaría a ver un Alberto Bueres distinto al que hemos conocido. Este tipo de existencia, es un punto a favor del eterno retorno, pues, ante una vida tan fecunda, sería injusto no poder verla repetida infinitas veces.
Los auditorios de más de una veintena de Universidades (de América y de Europa), escucharon con atención su voz, que alcanzó sin altanerías, la independencia de la opinión de los demás; suficiente para ungirlo como el jurista más universal que suscito la catedra nacional.
Rehuyó la vanidad. Serio, profundo, accesible, altas cualidades para el medio. Por eso - pienso - Bueres no será recordado, será esperado.
Excepto, claro está, que la recurrencia de los hechos – como en el Teorema de Poincaré – debiera retornar tras un tiempo que exceda al que se predice como tiempo total de vida del universo.
Si acaso esa fuera su suerte - y la nuestra-, ya no habrá ningún maestro en el retorno de lo mismo. Llegado aquél término, del que nada vuelve, ya nos habremos ido todos como dice el poeta – Tu, yo, Sancho, el Niño de Vallecas, el místico y el suicida (León Felipe) –. Refutado así el tiempo circular, vendrá otro tiempo; el instaurado por aquél cuyo nombre se mienta en el nombre intermedio de Alberto Bueres, el de Jesús.
Y vaya, que mejor porvenir para él que el “Juicio de los Justos” (Rom. 2, Apoc. 20); si su vida, pletórica en obras, puso en evidencia que a la ley la llevaba inscripta en su corazón.
Fin
¿Te resultó útil lo que acabás de leer? Podés apoyarnos para que continuemos en esta tarea. Contribuí con tu suscripción para que nuestro contenido siga siendo abierto y podamos brindarte un servicio cada día mejor. Suscribirse.